24 de julio de 2007

Dar todo o no dar nada

Aunque enojada contigo
mi mano siempre permanecía extendida
hacia tí, abierta a todo,
ofreciéndote mi sonrisa y mi mundo.
Pero tu, carente de luz, pobre ciego
ante todo, no la veías palpitar...
aunque podías extender los dedos y tocarme,
aunque podías respirarme y oirme en mi
silencio;
pero tu estabas ciego de sentidos,
de sensaciones, y no entendías mi
sonrisa ni mi fuerza,
ni comprendías cuál era el cordón
umbilical que me unía a este mundo
que me había parido así de rara.
¡Ni siquiera comprendías mi amor
ni mis metáforas!...
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