5 de abril de 2007

Semana Santa, semana hipócrita. Reflexiones de una no creyente.

Estos días de Semana Santa, dan para muchas reflexiones...

En la televisión el bombardeo de películas sobre la vida, pasión y muerte de Jesús es constante. Sales a las calles y te encuentras procesiones tras cualquier esquina. Hay poblaciones a lo largo y ancho de nuestra geografía y tal vez aún más en zonas de Sudamérica donde estos días se viven con verdadero fanatismo y la gente es capaz de llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Escuchas, lees, observas... Es como un continuo remover en busca de los buenos sentimientos de cada uno, recordando a Jesús, lo bueno, lo incomprendido, lo que sufrió por todos... Algunos van más allá y pretenden emularle representando su final, caminando su propio calvario descalzos, flagelándose, soportando el dolor de cilicios desgarrando la propia piel, cargando con la pesada cruz e incluso alguno dejándose crucificar finalmente. Unos por promesas anhelando alcanzar un trato de favor en la gracia divina, otros para redimir los pecados cometidos... Esperando tal vez amanecer al tercer día en su propia resurrección, con el alma purificada y las manos limpias.

Si es necesaria toda esta parafernalia para apreciar los valores de la vida, para intentar comprender a tus semejantes y ponernos en el lugar del otro por una vez, para ser un poco mejores y entregar lo bueno de nosotros mismos, para recordar que no debe de haber frases hermosas sino hermosas acciones... no me extraña que el mundo funcione cada vez peor.

En las películas, en las iglesias, estos días nos pintan a los que creían, los que seguían a Jesús como los buenos y todos los demás los percibimos horrorizados (porque así nos los muestran y nos gusta verlos) como "los malos", pero no son más que el reflejo de nosotros mismos, de nuestras vergüenzas, nuestra indiosincrasia y nuestro comportamiento muchas veces para con el resto del mundo. En nuestra prepotencia de creernos alguien por tener un dios que nos perdona los pecados y nos alivia las cargas, sólo vemos la paja en el ojo ajeno.

... Y después de este baño de beatificación extrema, volvamos todos a nuestras maldades.








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