10 de mayo de 2008

Te marchaste

Y te engulló la niebla.
El dolor ya no era dolor,
era tu imagen.
Tu cuerpo se desfiguraba como
por capricho inicuo de la mente,
tu rostro
se hacía menos perfecto.
Cada vez tu sombra se recortaba
aún menos en la distancia.
Desapareciste;
pero en el aire aún flotaban tu mirada
y tus palabras sinceras.
Porque el vacío se llenó
por un momento de miradas;
le quise robar aire al aire
y al fin todos mis intentos se quedaron
en nada.
Me alejé por la acera
pisando realidades, absorbida por el hielo
de la noche.
Nosotros habíamos hecho fuego
de nuestros besos,
habíamos compartido el cigarrillo y ahora...
¡Este frío se me calaba hasta los huesos!

Tu imagen me perseguía
entre esta luz tenue;
a veces creía ver brillar tus botas
caminando a mi lado.
Pero te alejaste entre la niebla.

... El destino separará nuestros caminos;
cada uno recorrerá un sendero
y dará un sentido a su vida.
Tal vez de nuevo esas espadas criminales
se cernirán sobre nuestras cabezas
y ya no podremos aliviar nuestra sangre.
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